Julian
Assange, a nivel internacional, ha sido rebautizado por las diferentes
ideologías que priman en el mundo; los partidarios de Estados Unidos creen que
es un cleptómano de la información; mientras que los antiimperialistas lo honran
por ser el albor de la libertad de expresión y la transparencia informativa.
Antes,
la discusión se enmarcó en los efectos políticos -negativos y positivos- que
traería sobre el Ecuador. Ahora, el acontecimiento es tan conocido, que
atravesó las brechas generacionales y los abuelitos aconsejan a los nietos:
“mijito, cuidado con andar de chismoso, verás que ahora o terminas de arrimado
o te vas preso” o “hay que usar el internet con responsabilidad y no andar de
hacker por la vida”.
El
asilo a Assange es un hecho turbulento a nivel mundial, pues sus “habilidades
informáticas” develaron el espionaje de Estados Unidos a los demás países, demostrando
que el Imperio ya no es intocable, puede ser vulnerado y expuesto ante la
opinión pública mundial.
Sin
embargo, lo que empieza a preguntarse el género humano es ¿cuánto tiempo deberá
permanecer en la embajada ecuatoriana? ¿cuándo va a poder salir? ¡Todos saben
que no podrá vivir ahí para siempre¡ Su situación no resuena como un cuento de
hadas, ya que está muy lejos de ser “un final feliz”. Sea como sea, “el rebelde
web” tendrá que salir de su refugio y enfrentar cualquier de los dos escenarios
presentes: pagar por su “habilidad informática” en el patio del Tío Sam o
disfrutar de su libertad en “Banana Republic”.
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