7 de diciembre de 2012

¿Auto nuevo?


HuMoR VeRdE #2


HuMoR VeRdE #1


¿Sombras, la proyección del ser?



Tranquilo amigo lector, ahora sí iremos directo al meollo del asunto ¡no se me exaspere! El post anterior, sirvió como introducción –no tan breve- para contextualizar la relación que tenemos con los libros; la cual, muchas veces, no es evidente.

Ya hemos visto que el hito de estos posts son los libros pero hay que darle una perspectiva divergente, y para esto nos valdremos de Las luces de septiembre, uno de los títulos de Carlos Ruíz Zafón. Generalmente, se suele empezar por hablar del autor y alabar lo maravilloso de su estilo y lo increíble que es el manejo narrativo. En cambio, para ser divergentes, vamos a tratar de forma distinta esta novela

Bueno, antes que nada, si les interesa saber algo de Carlo Ruíz Zafón debo decirles -en resumen- que él ama los dragones. Además, que es con este ser fantástico que nace su literatura, ya que los temas recurrentes se enmarcan en lo mítico e ilusorio.
  
¡Las luces de septiembre es una novela genial! Aunque no lo crean, empecé a leerla a las 6am y la termine a la 1pm del mismo día. Es tan intrigante y de tan fácil lectura que uno no se da cuenta del paso del tiempo; por lo que, pasar página tras página se convierte en una adicción. La habilidad de Zafón está en mantener el suspenso… suspenso que va acompañado de la costumbre que tenemos las personas de no quedarnos con la “pica” y saber qué mismo pasa en la historia.

Básicamente, Las luces de septiembre narra la historia de un amor pasado. Sé que muchos de ustedes al leer la palabra “amor” pensaron que tiene un tinte cursi ¡Pues no¡ o bueno, tal vez un poco… Sin embargo, estas historias de amor están mediadas por la presencia de lo maligno y lo demoniaco. ¡Ah! Eso sí que le da un sentido totalmente atrayente.

Esta novela conjuga el significado de la sombra, la misma que es entendida como la proyección de la silueta producida por acción de la luz. Ahora, vemos que la luz es capaz de exponer nuestro perfil en una tonalidad totalmente oscura, negra y ausente de color. Lo que nos lleva a tratar un lugar común en la literatura, el ser humano como hogar de lo bueno y lo malo, la dicotomía entre el bien y el mal.

La sombra juega un papel interesante en la narración, ya que esta es el tormento y el miedo más grande de un niño pequeño pues su madre lo atemorizaba diciendo que su sombra vendría a por él si se portaba mal. Este miedo (que no es raro que sea infundido por una madre para que, según ella, se logre un comportamiento adecuado) causa que este chico venda su corazón (metáfora de fidelidad) a un ser de las tinieblas para librarse de la sombra y para tener éxito en el futuro como fabricante de juguetes. 

Con el pasar de los años, él rompe su promesa de no entregar su corazón a nadie, pues se enamora, se casa y entrega su corazón a esta mujer. Desde este momento, la sombra se vuelve un espectro que asecha y caza, con el único objetivo de conseguir venganza a través de la muerte. Finalmente, el suicidio de este hombre lo libera de la maldición haciendo que su sombra también desaparezca. 

No cabe duda que es interesante el juego de estos elementos: la sombra, el miedo, el amor y la muerte. La sombra y el miedo son intrínsecos, así la sombra es una extensión de nosotros mismos y el miedo es un sentimiento connatural al ser humano. Además, la sombra es un elemento hacedor del temor y representante de lo infernal. En cambio, el amor es todo lo contrario, un sentimiento redentor, que da paz y felicidad pero –a la larga- no trae más que dolor, sufrimiento y soledad ¡Terrible pero cierto! Finalmente, la muerte es entendida como el final redentor y la liberación máxima. 

A fin de cuentas, el mensaje de fondo es entender a la sombra como una extensión del ser humano. En el contexto del libro, esta sería la parte malvada que existe en nosotros, aquella que necesita ser arrancada pero que si vuelve nos traería problemas y sufrimiento. Asimismo, para entender esta dicotomía –bien y mal- se debe personificar estos estados humanos porque al personificar se puede visibilizar la maldad, ya que si es tomada como algo intangible es más complicado comprenderla y definirla.

Libros, libros, libros...



Generalmente, estos textos suelen empezar de manera ambigua y pueden desconcertar al lector pues –de primera- no se encontrará una relación directa con el título (ustedes saben hay que captar la atención). De todas maneras, no deben impacientarse ya que mientras continúen navegando por el texto encontrarán el escollo que pone evidencia está relación.

Algo que he podido aprender al transcurso de los años, que no son muchos, recién veintiuno, es que los libros llegan a ser nuestros amigos verdaderos. Situación que, usualmente, es evidente cuando no tenemos distracciones, por ejemplo: vivir en una ciudad pequeña (sin mucho que hacer); tener una programación televisiva deficiente y, peor aún, si tú círculo social cree que la vida –la diversión- empieza y termina en un bar o en una discoteca.

No obstante, mi relación con los libros (no es por presumir) ha sido un tanto peculiar… ¿Por qué afirmó esto? pues porque he sentido que un libro llega a mis manos en el momento indicado y, además, siempre llega de las manos de un extraño como un obsequio o un préstamo. Es así que puedo decir que los libros que han marcado mi vida no los he comprado yo.

Entre los títulos que recuerdo están: Demian de Herman Hesse; El juego del ángel de Carlos Ruíz Zafón; Tao historias y enseñanzas de OSHO, y El filósofo y el lobo de Mark Rowlands. Cada uno de ellos, ha sido importante, pues llegaron a mis manos en una edad específica y, lo más curioso, fueron cómo esa luz que te permite enfrentar uno de esos “dilemas juveniles existenciales”, centrados en la búsqueda de identidad y consolidación del yo.

Con esto de la “cantaleta” de la luz no quiero decir (y especifico para que los literatos no acaben mi post) que los libros son una especie de mecanismo de auto-ayuda o peor aún que buscan darte un mensaje para que orientes tu vida de tal o cual manera ¡Nada de eso! Lo que quise decir es que los libros son como una ventana a nuevas formas de entender la vida, de ver a la sociedad, la realidad y, por supuesto, el yo. En definitiva, los libros son realidades paralelas de las cuales puedes aprender un nuevo cosmos.

14 de noviembre de 2012

Abel, otro niño que asusta



Una de las emociones más intensas que puede sentir el ser humano es el miedo: el miedo a lo incomprensible, a lo desconocido, a lo anormal, a otro ser humano... Este sentimiento, activa mecanismos de defensa en el cuerpo –producción de adrenalina- que hacen que los sentidos estén más alertas y las reacciones sean mucho más rápidas para actuar en defensa propia. Por otra parte, al miedo están vinculadas las ideas de dolor y peligro; ambas desagradables y nada aprobadas por los códigos sociales. 

No obstante, estas ideas pueden tener un efecto contrario al comúnmente aceptado pues cuando estas son incitadas por alguien que es externo a nosotros –convirtiéndonos en observadores- el dolor se convierte en algo sublime, reconfortante y placentero. Por esa razón, se dice que las ideas de dolor son más potentes que el mismo placer. Esta afirmación convierte al ser humano en un ente que se regocija cuando presencia el mal exterior.

Una de las piedras angulares del terror y lo macabro, tanto en el cine como en la literatura, han sido los niños. Ellos, generalmente, son un signo de pureza y bondad; sin embargo, la “creatividad” humana los ha convertido en verdaderos mensajeros de lo demoniaco, cambiando su pureza por maldad y su bondad por crueldad. El símbolo de la niñez se ha  trastocado tanto que utilizar a niños en escenas de terror es muy típico para causar miedo, tanto así que si llegaras a escuchar la risa de un niño, en una noche oscura, podrías sufrir un gran susto. 

Ahora, contextualizado el escenario actual de los niños utilizados como entidades maléficas, podemos emplear la Estética del Horror de Lovecraft para analizar un filme latinoamericano llamado Abel, donde el ejemplo de lo inconcebible está latente. Abel es un niño de nueve años que está interno en un hospital psiquiátrico a causa de su extraño comportamiento. Cecilia, su madre, está segura que lo mejor es que él regrese a casa; es así que convence al doctor para que deje salir a Abel por una semana, tiempo en el que se intentará probar que no es necesario transferirlo a un hospital en la Ciudad de México. Al llegar a casa, Abel adopta comportamientos extraños y cree que es el esposo de Cecilia y el padre de sus hermanos. No obstante, su verdadero padre, después de dos años de ausencia, regresa a casa, lo que produce que Abel recaiga en sus crisis.

No podemos negar que Abel, en la estructura narrativa, causa emotividad en el espectador, ya que –desde el principio- se siente empatía con su condición. No obstante, sus comportamientos responden a la estética del horror pues no duerme, se marca su piel y se lastima a él mismo; sin embargo, el clímax de lo anormal se manifiesta cuando Abel cree que es el esposo de su madre –Edipo- y el padre de sus hermanos. Comportamiento, que para la sociedad es inaceptable y retorcido, aún más si está en la mente de un niño.
En definitiva, es horrendo y nada concebible que un niño (símbolo de sensibilidad, ternura y pureza) sea quien causa dolor a los demás, genere miedo, incertidumbre, horror y desconcierto. Nadie entenderá cómo un niño puede querer poseer a su propia madre y, pueda creer que es el padre de sus hermanos.

Para las preciosas de la Tv



Muertas vivas todas están
Escudriñar tumbas su afán
Cráneos huecos por doquier
Sus programas quieren ver.
                    
Lindas calacas todas son
Y se merecen un trompón
Les deleita el chismear
Y su vida farandulear.

Hablan pestes sin dudar
Ya que adoran desinformar
Prensa Rosa quieren hacer
Aunque vuelvan a nacer.



http://soundcloud.com/davidsabu/calaberas