14 de noviembre de 2012

Abel, otro niño que asusta



Una de las emociones más intensas que puede sentir el ser humano es el miedo: el miedo a lo incomprensible, a lo desconocido, a lo anormal, a otro ser humano... Este sentimiento, activa mecanismos de defensa en el cuerpo –producción de adrenalina- que hacen que los sentidos estén más alertas y las reacciones sean mucho más rápidas para actuar en defensa propia. Por otra parte, al miedo están vinculadas las ideas de dolor y peligro; ambas desagradables y nada aprobadas por los códigos sociales. 

No obstante, estas ideas pueden tener un efecto contrario al comúnmente aceptado pues cuando estas son incitadas por alguien que es externo a nosotros –convirtiéndonos en observadores- el dolor se convierte en algo sublime, reconfortante y placentero. Por esa razón, se dice que las ideas de dolor son más potentes que el mismo placer. Esta afirmación convierte al ser humano en un ente que se regocija cuando presencia el mal exterior.

Una de las piedras angulares del terror y lo macabro, tanto en el cine como en la literatura, han sido los niños. Ellos, generalmente, son un signo de pureza y bondad; sin embargo, la “creatividad” humana los ha convertido en verdaderos mensajeros de lo demoniaco, cambiando su pureza por maldad y su bondad por crueldad. El símbolo de la niñez se ha  trastocado tanto que utilizar a niños en escenas de terror es muy típico para causar miedo, tanto así que si llegaras a escuchar la risa de un niño, en una noche oscura, podrías sufrir un gran susto. 

Ahora, contextualizado el escenario actual de los niños utilizados como entidades maléficas, podemos emplear la Estética del Horror de Lovecraft para analizar un filme latinoamericano llamado Abel, donde el ejemplo de lo inconcebible está latente. Abel es un niño de nueve años que está interno en un hospital psiquiátrico a causa de su extraño comportamiento. Cecilia, su madre, está segura que lo mejor es que él regrese a casa; es así que convence al doctor para que deje salir a Abel por una semana, tiempo en el que se intentará probar que no es necesario transferirlo a un hospital en la Ciudad de México. Al llegar a casa, Abel adopta comportamientos extraños y cree que es el esposo de Cecilia y el padre de sus hermanos. No obstante, su verdadero padre, después de dos años de ausencia, regresa a casa, lo que produce que Abel recaiga en sus crisis.

No podemos negar que Abel, en la estructura narrativa, causa emotividad en el espectador, ya que –desde el principio- se siente empatía con su condición. No obstante, sus comportamientos responden a la estética del horror pues no duerme, se marca su piel y se lastima a él mismo; sin embargo, el clímax de lo anormal se manifiesta cuando Abel cree que es el esposo de su madre –Edipo- y el padre de sus hermanos. Comportamiento, que para la sociedad es inaceptable y retorcido, aún más si está en la mente de un niño.
En definitiva, es horrendo y nada concebible que un niño (símbolo de sensibilidad, ternura y pureza) sea quien causa dolor a los demás, genere miedo, incertidumbre, horror y desconcierto. Nadie entenderá cómo un niño puede querer poseer a su propia madre y, pueda creer que es el padre de sus hermanos.

Para las preciosas de la Tv



Muertas vivas todas están
Escudriñar tumbas su afán
Cráneos huecos por doquier
Sus programas quieren ver.
                    
Lindas calacas todas son
Y se merecen un trompón
Les deleita el chismear
Y su vida farandulear.

Hablan pestes sin dudar
Ya que adoran desinformar
Prensa Rosa quieren hacer
Aunque vuelvan a nacer.



http://soundcloud.com/davidsabu/calaberas

Tráfico en UIO


Sí, yo sí me quejó del tráfico en Quito y sobretodo del tráfico del Valle de los Chillos y, para rematar, de la manera de conducir de muchas personas; esque son un atentado contra los demás conductores y para los peatones ni siquiera pensarlo!

El punto es disfrazarse autóctonamente


Uno de los grandes errores de la sociedad actual es que no indaga para enterarse o conocer más sobre los temas que están en boga, ya sean musicales, cinematográficos o culturales. Ahora, parece que todo fuera hecho para ser consumido y desechado. Un claro ejemplo, es el auge de los superhéroes, ya que se convierten en pura novelería: “todos son fans de Iron Man” pero nadie sabe su verdadera historia y peor ha revisado el comic. Podría parecer que está comparación es irrelevante, sin embargo, nos permite concluir que a una de las celebraciones más difundidas a nivel global, el Halloween, también es pura novelería. 

Este artículo trata de presentar algunos datos curiosos sobre esta celebración: información clasificada por los Hombres de Negro para que nadie pueda enterarse por qué "chu..." se celebra el Halloween. Ya se darán cuenta de que estas reseñas pueden resultar escalofriantes y tal vez priven del sueño a unos pocos… ¡Mentira! El mero propósito es entretener y contarles qué costumbres antiguas dieron nacimiento a esta fiesta tan lucrativa y divertida.  

El Halloween, cómo casi todo lo moderno, se deriva de otras cosas, y en este caso de una  grupo de palabras All hallow's eve, que traducidas significan “víspera de todos los santos”. Por lo tanto, y es evidente en el calendario cristiano, que nos referimos a la noche del 31 de octubre, un día antes de la celebración de la Fiesta de Todos los Santos. La diferencia es que los celtas, en lugar de adorar a los “Santos”, veneraron a Samagin el dios de la muerte (interesante), quién permitía que la línea que une el mundo de los vivos con el mundo espiritual desaparecía, dejando que los espíritus (buenos y malos) pasen a nuestro mundo. Las almas de los familiares –fallecidos- eran homenajeadas con una invitación a cenar; mientras que los espíritus malévolos eran alejados mediante el uso de trajes y máscaras, ya que se creía que así se ahuyentaba a los espíritus malignos. 

Hay que hacer un paréntesis para decir que los celtas, en realidad, si sabían cómo divertirse. Es evidente que preparar la cena para un muerto, vestirse de espíritu, pasar la noche huyendo y protegiéndose de los espectros entretiene mucho más que estar arrodillado en una capilla rezando ¿No creen?

Continuando con las costumbres del Halloween, todos hemos visto en la televisión o en el cine que los niños gringos acostumbran a ir de casa en casa proponiendo a sus adorables vecinos el juego del “truco o trato”. Participar en este juego no es una decisión que se puede tomar a la ligera, pues tienes dos opciones o quedarte sin dinero por comprar pacas de caramelos o esperar que caiga una especie de vandalismo sobre tu propiedad. Sea como sea, el único beneficiario es el pequeño visitante que acude a la puerta, ya que ganará un montón de dulces (para luego enriquecer a los dentistas o terminar con un coma diabético) o para explotar su “atacaso artístico” y decorar la casa con papel higiénico o con muchos huevos podridos… ¿Genial verdad? Claro que sí, si es que tú hiciste la broma pero si la recibiste, lo dudo.

Es pertinente decir que esta costumbre del “truco o trato” se remonta varios años atrás, pues se contaba que entre las aldeas deambulaba un espíritu (conocido como Jack O’ Lantern o Cabeza de Calabaza) que visitaba tu puerta y pedía ejecutar un “truco o trato”. La leyenda asegura que era mejor hacer “trato”, ya que si no pactabas el espíritu usaría sus poderes para hacerte un “truco”, maldecir a tu familia y a las generaciones venideras. Como única protección ante semejante amenaza, existían los caza fantasmas… ¡Mentira!, surgió la idea de tallar calabazas con rostros horrendos y colocarlas en la entrada para evitar que este espíritu visite la casa.

Como pudieron leer, Halloween no solo se trata de disfrazarse, asustar, tallar calabazas y tener un coma diabético sino se trata de comprender la riqueza cultural que está arraigada a esta celebración. No se puede negar que Halloween es parte de la cultura de consumo, ya que cada elemento de esta celebración se ha convertido en una magnífica fuente de ingresos. No obstante, nadie puede obligar a alguien a que no lo celebré o no se disfrace, es más yo lo hago de vez en cuando… ¡Es verdad! si les gusta disfrazarse háganlo, solamente recuerden que antes de practicar alguna actividad infórmense sobre esta, les será más placentero saber el por qué de las cosas. 



Antes de olvidarme, puede ser que este artículo sea leído por nuestros adorables “patriotas”, aquellos que tienen dilemas existenciales sobre: ¿cómo celebro el Halloween si soy fiel al Día del Escudo? Básico, disfrázate de Escudo de Armas del Ecuador o, simplemente, busca un disfraz autóctono. Por ejemplo, podrías personificar al gracioso Don Evaristo o, si prefieres los espíritus, vístete como la Pelona o el Chusalongo… El punto es que disfrutes de la celebración y no te amargues. A fin de cuentas, el hecho de disfrazarte no significa que estás vendiendo tu identidad o seas pro-yanqui, simplemente te estás divirtiendo

El Imperio contra ataca y ahora con el Halloween



Año tras año, desde que tengo memoria, cada 31 de octubre, nuestro país, Andino por naturaleza, transmuta su esencia para adoptar una de las festividades más vanas y comerciales conocidas por la era moderna, el Halloween.

Esta celebración –en su traducción al español- significa “Víspera de todos los Santos” y se caracterizó por representar el folklor de la antigua civilización celta. No obstante, al migrar desde Europa a Norteamérica fue trastocada por el capital y por la industria, perdió su sentido y las costumbres, ritos y mitos originales fueron olvidados. 

Gracias a investigaciones culturales y sociológicas se han podido rescatar los orígenes del Halloween; es así que podemos conocer que esta celebración giró en torno a la finalización del año céltico, que coincidía con esta fecha (31 de octubre) y con el culto de adoración a “Samagin” el dios de la muerte. En este marco temporal se producía un cambio de estación, pues empezaba el otoño cuya característica principal es la caída de las hojas, lo que significó en la cultura celta la muerte y el inicio de una nueva vida.  

Debido a este cambio de estación, los antiguos celtas creían que la línea que une el mundo de los vivos con el mundo espiritual desaparecía, permitiendo que los espíritus (buenos y malos) pasen a nuestro mundo. Es así que las almas de los ancestros y familiares eran homenajeados con una invitación a cenar; mientras que los espíritus malévolos eran alejados con el uso de trajes y máscaras, ya que se creía que ahuyentaban a los espíritus malignos.

En definitiva, los celtas creían en la inmortalidad del alma pues tenía el poder visitar el mundo de los vivos y, en ocasiones, introducirse en otro individuo al abandonar el cuerpo que acababa de fallecer, es decir, afirmaban la existencia de la reencarnación.

En América Latina, y especialmente en Ecuador, los historiadores han definido que los primeros pueblos indígenas ya celebraban el culto a los muertos, este era entendido como un homenaje a lo que ellos hicieron en vida y el legado que dejaron. Por lo tanto, la cosmovisión indígena concibe al alma como algo inmortal,  no muere sino que pasan a otra vida donde el diálogo con los vivos es posible. Es así que la ritualidad celta guarda similitud con la indígena, pues ambas creían que para hablar con el alma se debía honrarla con comida, en el caso andino con la bebida conocida como champús y con el pan amasado en casa.

Es evidente que ambas culturas concebían esta fecha como un tiempo para glorificar a la muerte y, de una u otra manera, honrar a la vida; lo que significa que su ritualidad y su celebración tenían un valor intrínseco cultural. En cambio, en la actualidad este festejo se ve trastocado por la visión capitalista e industrial del Imperio. No cabe duda que la verdadera función del Tío Sam -su único propósito- es impartir y adoctrinar al mundo a través de su ideología, vacía y consumista. 

La cultura de consumo impartida por el país del norte aprovecha estas oportunidades para trastocar el simbolismo y hacer negocio. Dos de los principales actores de este fenómeno son la televisión y Hollywood. Ambos, han contribuido con la difusión del Halloween, pues sus programas y sus producciones fílmicas contienen violencia gráfica y asesinatos que crean en el espectador (niños y adultos) miedo y un estado morboso y erróneo de la realidad.

Otra manera en que Halloween se convierte en una gran industria es por su producción de máscaras, disfraces, maquillaje, dulces y demás artículos necesarios para cumplir con este festejo. Estos elementos son suficientes para que muchos empresarios fomenten el "consumo del miedo". Además, buscan propiciar y favorecer la imitación de las costumbres norteamericanas, ya que las convierten en un modelo de vida que todos quieren seguir.

Es pertinente decir que el Halloween ha pervertido a nuestra juventud, ya que todos nuestros adolescentes creen que esta fiesta está dedicada a disfrazarse e ir a alcoholizarse en un bar. No obstante, más alarmantes son los comportamientos de las jóvenes, pues se visten o desvisten con un sin número de disfraces que están seguidos por el adjetivo “sexy”. Así es como aparte de rechazar nuestras raíces y adoptar costumbres impropias, esta fiesta ratifica el machismo, pues las mujeres se convierten –a ellas mismas- en un mero objeto que busca exponerse en estas fiestas.

En definitiva el Halloween es una celebración importada que con el pasar del tiempo ha perdido su sentido, se ha desvalorizado y ha vendido su significación cultural al modelo capitalista de Estados Unidos; tanto así que podría decirse que forma parte de la industria cultural, donde se produce para una sociedad masificada. Es trascendental que como ecuatorianos nos demos cuenta de este fenómeno, lo analicemos y rechacemos. Es pertinente que la juventud recupere nuestras costumbres y se apropie de nuestra identidad. El primer paso para lograr este cometido es promocionar y empezar a celebrar nuestra fiesta del 31 de octubre, el Día del Escudo Nacional, símbolo patrio que representa la grandeza de nuestro país.